I
Empiezo implorándole,
luego la toco,
le suplico.
Me arrodillo ante ella
prometo nunca mas tratarla mal.
Sin embargo ella indolente
y encaprichada
termina por no funcionar,
por no querer,
por no ceder ni un solo instante.
Por no digitar ni una letra,
por no teclear tú nombre.
Luego cuando la apago
por medios poco convencionales
y la vuelvo a encender se ríe de mi
Y siento que me dice:
“Nosotras gobernamos el mundo”
II
Yo con cierto dejo de tristeza
abro una página para evocar
tu nombre.
Para decirte cuanto te extraño
y olvido por un momento
que en ocasiones esta máquina es mujer
y que el sexo entre tus piernas
y mi sexo entre mis piernas
se acercan y se alejan
al ritmo de un encendido y apagado
de cerca y lejos
de frio y de caliente.
Algo me obliga a pensar
que el amor en estos tiempos
no corre por la red.
Si no por tus piernas y las mías
y que a pesar que en ocasiones
esta máquina también es mujer
y le entra la obsesión por gobernar
el mundo con una soberbia sobrenatural.
Y que lo único que puede impedir con su impertinencia
es que no te escriba
para tomarnos una taza de café
tener sexo a escondidas.
¡Ah! pero con el amor no se puede meter.
